Si de algo hemos oído hablar a lo largo de la historia es de
la famosa ruta de la seda china. Sin embargo, en nuestra península y especialmente
en el reino de Granada, la seda cobró una gran importancia a nivel mundial, siendo
exportada y envidiada hasta por la mismísima reina de la seda: China. Pero para
llegar a entender este proceso, primero debemos remontarnos hasta el continente
asiático donde tuvo su origen.
Cuenta la leyenda que la seda fue descubierta en el siglo
XXVII a.C, cuando un capullo de seda cayó dentro del té de la legendaria emperatriz
china Xi Lingshi, desenredándose un hilo largo y sedoso. Sin embargo, las
evidencias más firmes datan su descubrimiento entorno al 1300 a.C. El comercio chino
de este textil prosiguió durante 3 milenios, expandiéndose en el siglo I por el
continente euroasiático desde oriente a occidente a través de la conocida Ruta
de la Seda. Esta ruta comercial exportaba, además de sedas, otros productos
como pieles y especias. Si por algo eran tan preciados estos tejidos era por su
exclusividad, pues se mantenía en secreto su fabricación castigando con pena de muerte a
quien se atreviera a desvelarla. Sin embargo, su éxito desencadenó la envidia de otras civilizaciones
vecinas, que enviaron espías a China para descubrir el oficio
de la sericultura.
Una de las civilizaciones que consiguieron descubrir la
fabricación de la seda fue el Imperio Bizantino durante el siglo IV, que la propagó
hacia Asia Menor y Grecia. Un siglo más tarde con la expansión del islam y la
conquista árabe de los persas, el conocimiento del oficio de la seda trascendió
a todo el territorio de dominio musulmán, incluyendo al-Andalus, entorno al año
740.
El desarrollo de la seda en al-Andalus llegó con la migración
de tribus sirias a la península que conocían a la perfección la tradición
serícola china, pues previamente a la entrada de los musulmanes, la cultura de
la seda era totalmente desconocida. Se cree que antes de la llegada de la seda, la
manufactura textil de la península se centraba en la elaboración de telas de
lana y lino ligados al ámbito privado, al igual que en la tradición romana.
La sericultura se estableció principalmente en el sur de al-Andalus,
donde muchos de estos sirios se alojaron, especialmente
en la Vega de Granada, Jaén, la Niebla y el Aljarafe.
Centrándonos en el reino granadino, en solamente un año, los
andalusíes instalaron nuevos cultivos y talleres dedicados solamente a la
confección de la seda, pues la calidad de sus tierras para el
cultivo de las moreras y morales era idónea. Algunos pueblos de la Vega granadina como Moraleda de Zafayona, deben su nombre a la abundancia de morales destinados a la producción sedera. Esta nueva industria
mantuvo ocupada a una gran parte de la población que se dedicaba por completo a la
recolección, hilado, fabricación de telas y comercialización de sus productos.
Debido al interés que generaba la industria sedera andalusí
de Granada, se estableció en pleno corazón de la ciudad la “Alcaicería”; un
lugar construido específicamente para el almacenamiento y la venta de las sedas
más bellas y de mejor calidad de la época, el cual se cree que vendía un 95% de
la seda que se producía en al-Andalus. Fue tal el impacto de sus majestuosas
telas, que su comercio navegó por el Mediterráneo hasta los principales
centros sederos italianos (Florencia, Venecia, Génova…) e incluso llegó a Castilla y el
sur de Francia.
Ilustración del tacuinum sanitatis sobre la elaboración de la seda (s. XIV). |
Sin embargo, durante las Guerras de Granada, los Reyes
Católicos como estrategia devastaron
los campos y, entre ellos, gran parte del cultivo de moreras y morales de
Granada, dejando al reino debastado económicamente. Por suerte, la industria de la seda granadina sobrevivió y fue
respetada durante el dominio cristiano, consiguiendo mantener la misma productividad que había en el reino nazarí. Pero a
pesar de que la sericultura era uno de los principales pilares de la hacienda del reino, su producción
fue decayendo poco a poco por decisiones de la monarquía que la perjudicaban.
Sorprendentemente, en el periodo final del siglo XVI y primer
tercio del XVII, la industria de la seda granadina volvió a recuperarse notoriamente. Es en este momento
cuando el comercio de la seda traspasa sus fronteras hasta la India y China, siendo producto de asombro por su gran calidad. Incluso hay historias que cuentan que espías chinos llegaron a Granada para intentar conocer el secreto de
la fabricación de la seda granadina. Estos se fueron convencidos de que la razón se
escondía en la calidad de la hoja del moral y su riego con agua procedente del deshielo,
cuando en realidad, la clave se hallaba en la destreza de las manos moriscas.
Finalmente, la sericultura granadina terminó decayendo a
mediados del siglo XVII con la fabricación de nuevas fibras textiles europeas, que compitieron con las sedas granadinas hasta llevarlas a la extinción.
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